La ley de los escaños reservados, que acaba de aprobarse, no es mala. Es pésima.
Todo el proceso constituyente conducido por los políticos va a ser, probablemente, una chacota. Pero eso es tema para otro comentario.
También el pueblo lickanantay podría farrearse esta ocasión.
Podríamos descender a la estúpida discusión de quien es el representante que elegiríamos. Y enfrascarnos en eso, como más de algún mercenario espera.
Quizás la única validez que podamos darle a esta situación es que aprovechemos para descubrir, levantar y poner al frente la nación que va ser representada: Nuestra Lickana.
Todo eso se va a discutir, esperamos, en el II Congreso atacameño que se va a realizar este viernes 18.
Por ahora, para empezar, creo que es bueno darle una vuelta al tema de porque deben haber escaños reservados. Que incluso debieran ser más de los que finalmente el Estado “graciosamente” nos ha otorgado.
En Chile, según el censo de 2017, hay un poco más de 30.000 atacameños o lickanantay, o ckunsas, como me gusta decir a mí.
¿Porque estos indígenas, aborígenes, ancestrales o indios, deberíamos tener escaños reservados en la convención constituyente?
Como alguien dijo: Si tienen escaños los indígenas, porque no los transgéneros, o los sindicatos, o los gays, o los futbolistas… aquí puede usted hacer una lista tan larga como sus obsesiones se lo permitan.
El que haya gente que haga esa pregunta, es parte de la realidad que justifica la necesidad de que existan estos escaños.
Nadie se escandaliza demasiado en estos días, al menos abiertamente, de que este proceso constituyente considere paridad de género. Sabemos que muchos viejos apolillados, políticos trasnochados y simples idiotas odian la idea, pero no se atreven a manifestarlo, porque no están los tiempos para sostener esas ideas retrógradas, patriarcales y principalmente, ridículas. Al menos en público.
Por ese mismo lado va lo indígena. Aspiramos a que Chile sea un país que reconozca su diversidad, su plurinacionalidad, su raíz india, su historia mestiza, como ya está reconociendo, a duras penas, que aquí viven hombres y mujeres. Y también viven indígenas.
Son procesos largos, lo entendemos. Son procesos complejos, obvio. Son procesos dolorosos, porque implican ponernos de frente a nuestros prejuicios, nuestro racismo, nuestras creencias arraigadas, nuestra falsa buena intención, nuestras deudas históricas que muchas veces son deudas reales, porque ese terrenito que ahora tengo mi bisabuelo lo consiguió matando indios. (No acá en San Pedro de Atacama, aquí nadie a usurpado nunca ningún terreno, excepto ustedes ya saben quién)
El otro día escuchaba a un conocido personaje de San Pedro, que no es indígena, probablemente bien intencionado, comentándole a una autoridad lo mucho que habíamos “avanzado” los atacameños. El veía ese “avance” en como los jóvenes atacameños eran cada vez “más educados”, “más preparados” y algunos incluso “hablan más de dos idiomas”.
Lo escuché y algo me sonaba mal, pero no sabía que era. Pero luego, mientras editaba un video en mi computador, y leía las noticias en la edición inglesa de “The Guardian”, caí en cuenta de donde estaba la disonancia: Los indígenas somos cada vez más válidos, incluso para algunos bienpensantes, mientras más nos adaptamos al mundo “civilizado”. O sea, mientras menos indígenas somos. Mientras menos parecemos indios.
Lo repito, la persona en cuestión, que no es indígena, no hablaba con mala intención, sino desde una posición que el entiende como legítima: Hay que integrarse al mundo.
El no soñaría con que su hijo buscara sabidurías o conocimientos en un mundo indígena. Que su hijo progrese para el implica que se aleje de un mundo primitivo, de un mundo que está fuera de las creencias occidentales, de la economía de libre mercado.
Yo celebro que haya atacameños que hablen dos idiomas, pero celebro más que haya atacameños que además de esos dos idiomas quieran hablar ckunsa, por ejemplo.
Yo tengo mi sesgo: Para mí, todo es una lucha cultural.
¿Necesitamos escaños reservados? Si definimos aquello que es “necesario”, desde el punto de vista de la política, NO.
Pero si definimos lo que es “necesario”, desde la conquista cultural de nuestro futuro y de nuestra inserción en el mundo, SI.
Somos en realidad una cultura joven. Recién nos estamos conociendo nosotros mismos. Estamos despertando, renaciendo. Algunos hablan de que llevamos 14.000 años (En realidad 14.003, a estas alturas). Pero reconociendo la continuidad con nuestros ancestros milenarios, también debemos reconocer que dormimos mucho tiempo. Dormimos o nos durmieron.
Pero hoy despertamos y reclamamos nuestro espacio. No porque seamos dueños de casa, sino porque como cualquiera queremos vivir y vivir bien, queremos desarrollarnos y ocupar nuestro lugar.
Quizás alguna de las oposiciones que surgen ante la imagen de lo indígena, o como se ha visto lo indígena en esta zona, sean relativamente justificadas.
Hemos visto la danza de millones, desde la minería, también desde el turismo. Muchos dirigentes y comuneros se han corrompido y han abusado de prerrogativas. Triste, pero entendible desde los estímulos y negociados estatales y empresariales que llegan a esta zona. Ocurre en todos los ámbitos y a lo largo de toda la historia. La corruptela y la ordinaria delincuencia que ha surgido es un problema que quizás nos destruya como cultura y tendremos que afrontarla. Eso o desaparecer.
Pero reclamar al bulto es tan injusto como decir que “todos los operadores turísticos son codiciosos e ignorantes”
Hay operadores chantas, como hay indios chantas.
Pero es lo que debemos asumir como nación lickanantay. Si somos una nación, debemos asumir todos los aspectos de una nación, empezando con su disparidad. Una nación la forman santos y ladrones, buenos y malos, brutos e iluminados. Hay de todo.
Somos una nación, dentro de otra. Somos chilenos y somos lickanantay. Como hay chilenos que son mapuche, kawéskar, collas, changos, aymaras, quechuas, yaganes, diaguitas y rapa nui. Esta reserva de escaños es solo un pequeño avance en el reconocimiento de como está realmente formado este país arribista y pretensioso. Un país que se ha levantado sobre culturas y vidas que fueron ninguneadas y arrasadas, pero que porfiadamente siguen aquí. Y no hablamos solo de culturas y vidas indígenas.
Claro que a algunos les va a pesar y les va molestar lo que consideran un “privilegio” inmerecido. “Además de todo lo que ya se les ha dado, quieren escaños reservados, los perlas”.
Si, somos esos perlas que hace 30 años ni siquiera teníamos claro si éramos indios o qué. Descendientes no solo de Tomás Paniri, sino también de don Honorio Ayavire, Sacramento Panire y otros próceres que para nuestra vergüenza no reconocemos en estos días. Pero aquí estamos.
Esto de los escaños va a ser interesante, porque creo que nos va a poner en situación de discutir, conversar, enfrentar, reclamar, asumir, despotricar, reconocer y quizás, si somos valientes, de avanzar.