El extractivismo no es nuevo en nuestro territorio. Ahora le dan ese nombre, pero es una práctica muy vieja.
Toda la región está jalonada de ruinas de oficinas salitreras, hoy pueblos fantasmas.
Chuquicamata, un pueblo tan querido para muchos atacameños, por haber nacido, vivido y haberse multiplicado ahí, ya ha sido desvastado, por los escombros de la minería.
Conocemos desde hace mucho tiempo la minería y sus ciclos.
Sabemos que el fin de la actividad minera deja tierras estériles e infecciosas, hoyos, cerros artificiales y muchas ruinas.
Sabemos que no existe minería sustentable.
Minería sustentable es un oxímoron, como decir “copia original”, “nueva normalidad” o “inteligencia militar”…
Por otro lado, esta historia minera de la región, ha ido a la par con el despojo y la destrucción sistemática de la cultura indígena de esta zona. Una cosa ha ido con la otra.
Aunque quizás esto fue pura coincidencia
El Estado de Chile desde 1890, años más años menos, con estos nuevos territorios y la milicia remanente de la Guerra del Salitre, se dedicó a “chilenizarnos”, como al resto del país.
Guerra Civil Incluida
Aquí no vimos la brutalidad de la “pacificación de la araucanía”, pero si se buscó eliminar todo rastro de cultura indígena.
La cultura indígena aquí era “boliviana”, “paitaca”, así que con mayor razón debía ser integrada, reconvertida, descartada.
La brutalidad quedó para los mineros Santa Maria de Iquique, por ejemplo
Luego viene una historia que profundizaremos en otra ocasión, pero que nos tiene hoy hablando de extractivismo, como si fuera algo nuevo, cuando en realidad es la misma explotación de siempre.
En Chile hasta el turismo y la agricultura son extractivistas.
¿Hasta que punto, para nuestra Lickana el extractivismo es una crisis real, profunda y determinante para nuestro futuro?
Mas allá de las presiones de muchos bienintencionados activistas para que nos rebelemos y luchemos contra el extractivismo.
¿Pero porque no encaramos esto en serio, desde el lado del consumo, que es finalmente la verdadera raíz de esta explotación salvaje de recursos?
¿Extractivismo? ¡Extra activismo!
Entre “buenos” consejos y los indios ya integrados a las corrupciones estatales y privadas, es difícil avanzar hacia nuestro futuro.
Un futuro que sabemos que se va a desarrollar junto a los hoyos que dejará la minería.
Que ya ha dejado la minería. En el Salar y en el Alto Loa.
No somos campamentos mineros levantados con urgencia para aprovechar una racha económica y luego rápidamente desechados.
Nuestras localidades, desde Toconce a Peine, pasando por Calama, son asentamientos y comunidades milenarias, sustentadas en una cultura muy anterior a la nación chilena.
No somos creación de una transnacional o de una minera de tercera.
Pero no somos invulnerables.
En nuestra larga historia lickanantay, la minería es un momento.
Una más de las crisis que se han presentado en este territorio.
¿Sortearemos esta, sobreviviendo e incluso prosperando?
Libertad y sobre todo PODER, para diseñar nuestro futuro… temas para la nueva constitución