Artículo de Javier Carmona Yost, publicado en Revista Rufián nº19. Territorio e hidropolítica mercantil en el Chile neoliberal. 2014
Tras dos desastrosos episodios de contaminación (1997-2000) atribuidos a la gran industria minera (es decir CODELCO), producto del vertimiento de componentes químicos a las aguas del Loa, especialmente Xantato, se aniquiló la producción agrícola, con la complicidad silenciosa de las “autoridades” del gobierno.
Estro se sumó a la precariedad ya establecida por el despojo de los caudales antiguos. Hoy el antiguo oasis de Quillagua solo se sostiene en la memoria de los escasos habitantes que aun se sostienen, más en la añoranza de un pasado que en la realidad.
Descarga el articulo completo >>
A continuación, las conclusiones del artículo:
Reflexiones finales.
Casos como el de Quillagua, a mi parecer, instigan a reflexionar sobre al menos dos puntos que no distan entre sí. En primer lugar, nos invitan a abordar desde la cronología de un olvidado oasis del desierto la reproducción del capitalismo global desde el campo, en donde lo “local” y lo “global”, lo “macro” y lo “micro”, pasan conjuntamente a formar parte de una extensa estela, cuyas oscilaciones precisamente configuran períodos históricos o “ciclos” reproducidos y experimentados por vidas concretas, en espacios concretos, pese a su constricción –aparente– sobre sí mismos.
En segundo lugar, el advenimiento de la crisis local deviene en un contexto de neoliberalización total de la economía global, en donde la mercantilización de todo, incluido un bien vital como el agua, bajo amparo, resguardo y reproducción estatal, parece ser la manifestación concreta del triunfo del Gran Capital: “El capitalismo triunfa cuando se identifica con el Estado, cuando es el Estado”, afirmaba al respecto Fernand Braudel hacia 1985.
La sequía del Loa ha adquirido ribetes dramáticos, tanto así, que el año 2000 se declaró agotado. Sin embargo, y debido a que los mecanismos correspondientes así lo permiten, a partir de entonces la extracción de sus aguas circuló desde su superficie hacia las napas subterráneas que lo alimentan, produciendo silenciosamente más de lo mismo, y viéndose más comunidades ribereñas afectadas de manera similar al caso quillagueño, pero hoy.
Sin manifestarse nunca respecto a esta crítica situación, se proclamó recientemente que los recursos hídricos serán “bienes nacionales de uso público”, pese a que, curiosamente, ya habían sido declaradas como tales por el Código de Aguas de 1981. Cabe preguntarse entonces: ¿qué se puede esperar de tal malabar?
Es aquí, bajo mi opinión, cuando el tiempo se hace uno, y nos vemos obligados a posicionarnos frente a aquella epidemia social caracterizada hacia 1848: la epidemia de la superproducción, la cual hoy, al igual que ayer, sigue siendo encabezada por la misma figura, es decir, por aquel “mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros” (Marx y Engels, 1848).
La mercantilización del agua es precisamente obra del “mago”, de cuyos conjuros saben muy bien las poblaciones indígenas y campesinas de la ribera del río Loa.